SORPRESA PARA DESPEDIR EL AÑO: NOCHE VIEJA EN TORLA
Hace varios años decidimos
despedir al año fuera de casa, la mayoría de las veces nuestro destino eran los
valles pirenaicos, nieve y montaña, disfrutar de unos bellos paisajes y como
no, seguir degustando los manjares de la cocina de fuego y brasa.
Como alojamiento elegimos un
alojamiento rural llamado CASA MONTSE, en la bella localidad de TORLA, portón
de los valles de Ordesa y Bujaruelo, y bañada por el río Ara, que tan buenos
recuerdos me trae por sus jóvenes y peleonas truchas que tienen sus aguas.
Alojamiento recomendable 100 %, tanto por el trato, las vistas y una decoración
que mezcla lo rústico y lo moderno.
La sorpresa nos la encontramos
cuando en el mismo bloque de edificios descubrimos la existencia del RESTAURANTE
ASADOR “LA COCINILLA”, con un aspecto que al igual que los apartamentos mezcla
los toques rústicos con lo moderno, así como una sensacional terraza en la que
poder disfrutar de un aperitivo.
El restaurante disponía de un
menú de Nochevieja y un menú de Año Nuevo, que más queríamos, al lío, reserva y
degustación para celebrar el año nuevo.
LA COCINILLA, está especializado
en carnes a la brasa, braseadas de la manera tradicional en maderas
de roble y encina como, por ejemplo: "Ternera Valle de Broto" y
también; "Ternera Gallega", cordero de Torla-Ordesa,
"Ternasco de Aragón”, y además dispone de un menú y una amplia carta con
especialidades de la tierra. Además de las carnes, disponen de
un buen surtido de otras exquisiteces: caracoles a la brasa, verduritas
a la brasa, civet de jabalí, pescados de temporada a la
brasa o al horno (lubina, merluza, bacalao, rape, rodaballo, dorada,
etc.... así como un buen surtido de postres y entrantes, como
ensalada templada de bacalao marinado, tostada de foie fresco en reducción de
Pedro Jiménez, migas a la pastora, y un largo etc. Los caracoles a la Munébrega
y las verduras a la brasa, implementan una carta con productos de la zona que
no te puedes perder.
Ese fin de año disfrutamos un montón, pasamos varios días y era curioso, el pueblo lo conocía desde niño de la cantidad de veces que había pasado por allí los veranos, nunca alojado, pero si que era una excursión fija, la visita de los valles de Ordesa y Bujaruelo, ir de compras a Broto pasear y pescar por las orillas del río Ara, un pueblo con mucha vida, y mucho turismo al cobijo de de una zona tan turística.
Me llamó la atención que los dias previos a Nochevieja el pueblo estaba casi vacío, los sonidos a tranquilidad y a montaña eran impresionantes, sobre todo cuando anochecía. Pero el mismo 31 de diciembre el pueblo se transformó, se llenó de familiares de los lugareños y de turistas para celebrar el año nuevo, el poteo previo a la cena de fin de año no tenía nada que envidiar al casco antiguo de cualquier ciudad.
Entonces todo comenzó a tomar sentido, los menús de los restaurantes, todas los actos y gaupasas planificadas por la cartelería local, estaban justificadas. Torla pasó en unas horas de ser la cuna de la tranquilidad a parecerse más a los recuerdos que tenía de mi juventud de un pueblo turístico y donde buscar una terraza para tomarte un refresco era harto complicado.
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